Desperté con olor a ajo, se los dije. Ayer, fue el día del ajo en la casa de mi viejo. Bueno, tenía un evento en el hotel Regal, específicamente un desayuno para los periodistas con la Clínica Terré. El desayuno, todo bien, harta comida, “que no se vea pobreza”, dicen por ahí. Me sentía pasado a ajo al saludar a la gente. Ojalá no lo hayan notado. Bueno, el desayuno, en si, notable. Mesas llenas de queques, brownies, galletas, panes, y cuanta cosa hay para la mañana. En el plato “principal”, servido al centro de la mesa, un par de sándwich pequeños. Ave-palta y otro que no probé, en un croissant. Jugo de naranja del bueno. Café. Té. Y todos escuchando la charla del médico en cuestión. No comí de todo lo que había a disposición, pero si, alcancé a probar unos alfajores, notables; unas galletas de avena y manzana, mejores aún; un croissant solo, exquisito, como a mi me gusta, además, de jugo de naranja a destajo. No comí como chancho, porque claramente estaba trabajando. Pero por lo menos vi que las periodistas y los invitados, comieron bastante bien y probaron de todo. Ahora, claramente es contraproducente estar comiendo tanto cuando vas a una charla sobre las nuevas tecnologías de “cuerpos moldeados”. Entonces cada quien se cuida y no “tira las manos” como loco. Buen desayuno, el olor a ajo se me está pasando de a poco, eso es bueno.
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