Lo intento, siempre lo intento. Le doy segundas oportunidades a las cosas. Soy un tipo porfiado parece. Bueno, nuevamente me tocó la buena o mala suerte de ir al nunca bien ponderado por mi estómago Starbucks. Necesitaba Internet con urgencia y estaba cercano a mi casa y lo tuve que hacer, lo siento mucho si guateo con este relato, pero cuento lo que realmente me pasa. No mentiras. Ahora, no todo estuvo tan malo como el otro día. Les cuento. Llegué, instalé mi pc en una mesa con sillones de cuero, para poder echarme como sapo a mirar a la gente. Luego de todo el mecanismo instalado para comenzar a trabajar, fui al mesón de comestibles. Muffin de arándano y jugo de frambuesa está vez. Pues bien, el jugo, rico, nada fuera de lo común, pero el quequito de nombre famoso, horrible. Tieso, duro, fome y caro. Mis visitas a esta cafetería ya no me están dando placeres, ahora, momento, que dije que había algo bueno. En la mesa del lado, se sienta una rubia increíble. Metro setenta de estatura, pelo rubio, corto. Ojos azules como los arándanos de mi muffin y labios rojos como mi jugo de frambuesa (que cursi, pero me estoy riendo solo). Bueno, la muchacha, observada por los ciento cincuenta y cinco babosos que habían en el café, se hacía la loca a toda mirada furibunda y calentona. Yo, de reojos, trataba de “sacarle la foto” y cachar que comía, que pasaba, etc. Sacó un libro, con un título en un dialecto extraño, o sea, la mina no era de por estos lares. Una ensalada, un té verde y una galleta de chips. La mina comió rápido. Tenía hambre parece o apuro de volver a la pega, ahora, después de comer, comienza a leer su libraco, así es que era hambre más que nada. A ratos, pegaba sus miradas locas para estos lares también y yo me hacía el cucho. Justo en ese momento, estaba escribiendo mi columna de septiembre para revista Para Ti, que trata, acerca de los chilenos, de cómo vivimos, etc. Ideal para el 18. al ver a esta gringa al frente dije: “estate”, me acerco, lentamente, y le digo: “¿eres chilena?”, pregunta bien hueona si era gringa de pies a cabeza. “no”, me dice con un acento algo tieso. “soy de Ucrania”. Mi asombro fue mayúsculo, o sea, no es fácil encontrarse con una Ucraniana y menos en el restaurante que te carga, una casualidad de “aquellas”. Le dije que quería conversar con ella, acerca de una columna que estaba haciendo para chilenos, y que su palabra, su visión me podrían ayudar. La mina me creyó cero, pero me dio su mail, y le mandé las preguntas y un poco de verso, por si las moscas. En Starbucks no pasa nada con la cocina, pero de que pasan cosas ahí, pasan. Es un café cool. La ucraniana estaba 100 veces mejor que cualquier cosa que me he comido ahí. Lejos.
Todos los días, algo diferente en la cocina... todos los días hablamos de comida... todos los días, un plato o una sugerencia distinta... Nos comprometemos a que los 365 días del año, habrá algo sabroso de que hablar...
lunes, 2 de agosto de 2010
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